La burbuja del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) puede explotar en cualquier momento, los síntomas de su crisis interna son cada vez más visibles sobre todo la brecha que separa a los clanes de Leonel Fernández y Danilo Medina.
Para entender la crisis postcongreso Norge Botello que se ha desatado en el partido morado hay que penetrar el entramado del poder corporativo cubierto por la ideología de dominio absoluto que prima en su comité político.
Desde que Leonel Fernández, apoyado por Danilo Medina, derrotó a la vieja guardia boschista encabezada por Norge Botello, Euclides Gutiérrez Feliz y Franklin Almeyda a mediado de los años noventa, la correlación de fuerzas en ese partido había estado a favor de un reducido círculo de tecnócratas que se vio fortalecido con su ascenso al poder de la mano de Guaroa Liranzo, Bello Andino y la claque balaguerista que ha hecho del Estado su patrimonio particular.
Es así como la nomenclatura del PLD pasó a ser controlada por la nueva camada que Juan Bosch denunció en carta pública en 1990 como “pequeños burgueses con apetencias de poder y de dinero” que traicionaron los “principios” que le dieron sustento a su partido.
Leonel Fernández gobernó (1996-2000, 2004-2008, 2008-2012) en cierta medida al margen del PLD, lo que le permitió a Danilo Medina convertirse en el principal mediador entre el gobierno y los cuadros del partido. Aunque el poder nominal estaba en manos de Fernández, Medina constituyó no solamente su armador político y contenedor de la fuerza del partido, sino también en receptor de quejas, asignador de recursos y colocador de dirigentes morados en el tren gubernamental.
Mientras esto ocurría, el presidente Fernández se dedicó a lo que mejor sabe, promover el relato ficcional del Nueva York Chiquito, publicitar un progreso aspiracional que cautivaba a las capas medias urbanas y posicionar su figura en el mapa político internacional guiado por unas cuantas ideas extraídas de solapas de libros de autores de la jetset intelectual.
Así, los gobiernos peledeístas descansaron en la práctica en la arquitectura diseñada por Danilo Medina, tecnócrata de dudosa capacidad cuyo paso por la universidad le valió el título primero de ingeniero químico y luego de economista sin que nunca se conociera su postura frente a las distintas corrientes de pensamiento relacionadas con esas disciplinas del saber.
La plataforma con la cual el PLD se convirtió en un partido de masas fue diseñada por Danilo Medina teniendo entre sus objetivos el control partidario a través de su capacidad de llevar cuadros de su confianza a distintas posiciones del gobierno. Temístocles Montás como ideólogo de la política energética, Alejandrina Germán cabeza de la política educativa, Diandino Peña en obras públicas, Reinaldo Pared Pérez en política legislativa, Rafael Camilo en política económica, y así sucesivamente.
Debido a que Leonel Fernández se empecinó en continuar como el único personaje capaz de guiar la maquinaria peledeísta, Danilo Medina abandonó su puesto en el tercer mandato de gobierno morado para dedicarse a su propio proyecto presidencial. Fernández entonces se vio obligado a hacerse cargo del barco abandonado a la deriva por su verdadero arquitecto y timonel.
Desde entonces comenzaron las grietas que fueron profundizándose en la medida en que pasaba el tiempo y que eran cubiertas por una simbiosis de intereses políticos y económicos derivados del ejercicio del poder gubernamental.
Un ejercicio que dejaba como resultados inmediatos las heridas y los contubernios del PEME, las nominillas, la derrota y desarticulación de los grupos de Jaime David Fernández Mirabal y José Tomás Pérez, los sometimientos judiciales de Diandino Peña, Ng Cortiñas, Simón Lizardo, Luis Ynchausti y Felix Bautista por “indelicadezas”, sobrevaloración de obras y malquerencias de la lucha interna por el reparto del pastel.
La burbuja morada devino en metro y rascacielos, tráfico de drogas y de personas, importaciones ilegales, contrabando, contratas grado a grado, delincuencia policial y reparto al margen de la ley de la fortuna de Baninter incluyendo importantes medios de comunicación.
Danilo Medina sabía que no sería fácil coronar su proyecto con un Leonel Fernández endiosado por los apologetas que se beneficiaban de su gobierno. Por eso, su estrategia se orientó a amarrar la nueva camada desafecta al leonelismo. De manera silenciosa articuló su plan hasta que aprovechó el momento en que el barco había encallado para lanzarse al ruedo en franco enfrentamiento con el conductor artificial.
De todos modos, Danilo Medina se vio en la obligación de negociar su ascenso a la candidatura presidencial valiéndose de sus viejas relaciones con la camarilla reformista. Tuvo que aceptar a Margarita Cedeño como su compañera de boleta a cambio de los fondos del erario para el montaje de su campaña, la más cara conocida en la historia política del país que condujo a un déficit fiscal de 205 mil millones de pesos.
El fondo de la negociación realizada en uno de los pisos de Fernández estuvo matizada por el blindaje legal que supuso no llevar a la justicia a quienes habían desfalcado el Estado. Es lo que se conoce como el “pacto de la impunidad” mediante el cual las fortunas robadas fueron protegidas del alcance de la justicia.
De esta manera fue creada la corporación peledeísta o como dice Cifuentes el “partido cartel” cuyo líder principal hacia afuera seguía siendo Leonel Fernández pero a lo interno de la organización había pasado al control de Medina y su nuevo grupo de poder.
Ajuste de cuentas
El escenario del ajuste de cuentas sería el congreso Norge Botello develando sus resultados la nueva correlación de fuerzas a lo interno del partido fundado por Bosch. El danilismo se alzaba con el santo y la limosna dejando a Leonel Fernández en una situación de debilidad tal que lo mantiene desequilibrado, atormentado y en una profunda depresión. Es lo que explica su recurrir a la biblia como fuente de explicación de su deriva de impopularidad y a intentar convertirse de manera velada en el principal opositor al gobierno de Medina.
Pero los vientos no soplan a favor de Fernández y por más que ha rodado la paca de Felix Bautista para recomponer su imagen la cruda realidad es que Danilo Medina es ahora el jefe del partido y el accionista principal de la corporación con tendencia a fortalecerse dada su alta popularidad en las encuestas, el golpe de mano arrebatándole a Leonel la franquicia reformista y la ejecución de proyectos como circunvalaciones, plantas de generación eléctrica, carreteras de montañas, peajes, metros, reformas fiscales y grandes empréstitos con comisiones millonarias en dólares que obedecen a su acumulación originaria de capital.
Pero se trata de una burbuja que puede explotar en cualquier momento por su limitada legitimidad de origen que es reemplazada por una descomunal inversión en comunicación política que lo presenta como el bueno de la película enfrentado al engendro del mal representado por Leonel Fernández. En esa dialéctica se mueve el danilismo como pez en el agua reforzado por cuadros de la sociedad civil, empresarios enganchados a políticos y por mercaderes de la opinión pública.
Es cierto que la corporación está blindada, pero si se mira con amplitud se podrán notar las grietas que se van abriendo en el escenario de la lucha por el poder. La unidad deviene del “pacto de impunidad”, pero hay amagos soterrados de someter a la justicia a los alfiles leonelistas Félix Bautista y Víctor Díaz Rúa, quienes fueron impedidos de entrar al comité político como jugada táctica del danilismo.
Ambos personajes administran la caja chica de Fernmández y si se destapa la caja de pandora la sangre podría llegar al río, sobre todo porque en eso anda el procurador Domínguez Brito como divisa de su candidatura presidencial.
Como dijo Juan Bosch en su carta pública de 1990 renunciando al PLD, los pequeños burgueses que controlan el partido carecen de principios y solo se mueven por la apetencia de dinero y de poder.
El viejo Bosch fue premonitor aunque le faltó vislumbrar que su partido se convertiría en una olla de grillos que ahora hierve a presión dejando salir la infección que amenaza con explotar la burbuja morada creada en base a fortunas mal habidas, cuentos de camino, control mediático y la compra del presidente del principal partido de oposición.
En ese contexto la embarcación del danilismo capea aguas embravecidas, la economía se viene abajo, el sector ultraderechista aliado de Leonel Fernández pide a gritos la cabeza de Gustavo Montalvo, los pasquines rebotan en las oficinas públicas, las candidaturas atemporales nublan el horizonte mientras los apagones continúan lacerando los hogares, los precios de la comida y las medicinas viajan por las nubes, la podredumbre policial le corta la respiración a cualquiera, la violación de los derechos humanos se hace normal y la corrupción y la impunidad entran en una espiral indetenible.
El agua comienza a entrar en los cómodos camarotes del gobierno inquietando al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al gobierno de los Estados Unidos. Todo ello aderezado por grandes presiones internacionales derivadas de la sentencia xenófoba del Tribunal Constitucional que conculca la nacionalidad de miles de dominicanos descendientes de trabajadores haitianos.
En ese panorama la reelección de Danilo es acariciada como una posibilidad real en la medida en que Leonel Fernández permanece en el hoyo de su descrédito y los candidatos que han abandonado sus funciones en el gobierno para dedicarse a su campaña con recursos del Estado lucen como pequeños personajes salidos del cuento de Alí Baba.
Pero no todo está asegurado porque la burbuja morada puede explotar como resultado de la mezcla de política y negocios turbios donde los sellos de la olla de grillos se están aflojando con el calor de las bajas pasiones, la ilegalidad y el desorden generalizado de las instituciones públicas.