Washington, 19 jul (EFE).- Pocos son en EEUU los que no creen que Hillary Clinton será la candidata demócrata en 2016, pero en los últimos días varios posibles rivales dentro del partido de la ex primera dama han empezado, por su izquierda, a elevar sus voces.
La que fuera secretaria de Estado comenzó hace unas semanas su reaparición en la esfera pública por medio del lanzamiento de su libro de memorias, "Decisiones difíciles", una promoción que la lleva por todo el país en una gira en la que muchos ven propósitos electorales pese a que Clinton no ha hecho oficial aún su candidatura.
Sin embargo, durante las últimas semanas, varios de los rostros demócratas considerados más progresistas han comenzado a elevar sus voces y a llenar las páginas de los medios estadounidenses, lo que, inevitablemente, ha desatado especulaciones sobre posibles candidaturas a la Casa Blanca rivales de la todopoderosa Hillary.
Ése ha sido el caso del gobernador de Maryland, Martin O'Malley, quien da todos los pasos necesarios para convertirse en un serio candidato al Despacho Oval con recaudaciones, visitas a los estados considerados clave o viajes al extranjero para ganar puntos en política exterior.
El gobernador tiene unos altos índices de popularidad en su estado, donde es conocido por sus políticas pro derechos de los inmigrantes, un aspecto con el que ha logrado ganar la atención nacional en medio de la crisis humana que golpea la frontera sur del país con la llegada de miles de niños centroamericanos.
La semana pasada, durante la reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores en Nashville (Tenesí), O'Malley rechazó el plan del Gobierno para acelerar la deportación de los niños y criticó las condiciones en las que están los pequeños.
"Somos estadounidenses y no devolvemos a hijos de refugiados que están en nuestra puerta a lugares asolados por la guerra o la hambruna, donde se enfrentarán a una muerte segura", dijo el también exalcalde de Baltimore, que se ganó un espacio en los rotativos por enfrentarse a Barack Obama.
Tras años de especulaciones y una campaña silenciosa, Hillary Clinton no es solo considerada como la necesaria candidata demócrata, sino que muchos dan por supuesto que se convertirá en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, un factor éste, el femenino, que la acerca aún más al 1.600 de la Avenida Pensilvania.
Como mujer, como política y como demócrata, su principal rival en las primarias podría ser la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, una de las caras más renovadoras del partido, que no solo moviliza a las mujeres, sino también a los jóvenes.
Aunque ha asegurado en varias ocasiones que no buscará su candidatura a la Presidencia porque quiere concluir su periodo legislativo en 2018, Warren protagoniza estos días muchos de los análisis y editoriales en Estados Unidos, en los que algunos expertos llegan a asegurar que una victoria de la senadora sobre Clinton no es algo tan descabellado.
Al igual que Hillary, Warren está de gira por Estados Unidos para promover su libro, "Una oportunidad de lucha", y hacer campaña a favor de los demócratas progresistas, mientras su mensaje económico contra el exceso de poder de Wall Street cala en las bases.
"Citibank y Goldman Sachs y todos los otros chicos de Wall Street tienen un montón de gente en el Senado de EEUU que está dispuesta a trabajar a su lado. Necesitamos más personas dispuestas a trabajar en el lado de las familias estadounidenses", dijo la senadora en uno de sus últimos actos de recaudación.
"La razón abrumadora por la que los votantes apoyan a Hillary es que ella sería la primera mujer presidente. También lo sería Warren. Y Warren tiene una ventaja: el capitalismo amistoso de los Clinton", explica en la revista especializada Real Politics Dick Morris, exconsejero del propio Bill Clinton.
"Hasta hace poco, las meteduras de pata de Hillary -y sus mentiras- sobre las finanzas de su familia interesaban a unos pocos. Pero eso ha cambiado. Todo el mundo está interesado ahora", insiste el analista
Además, asegura que Warren podría batir en las primarias a la exsecretaria de Estado, que "se equivoca de nuevo al no hacer campaña para las primarias", como en 2008, cuando perdió contra Obama.