Hipólito: Lucha contra la corrupción es vital para el progreso


Asunción, Paraguay. El expresidente de la República Dominicana, Hipólito Mejía, llamó hoy en Paraguay a consolidar la lucha contra la corrupción y el clientelismo, dos serias amenazas para la estabilidad y la prosperidad de las naciones.
“Propongo que trabajemos juntos para consolidar la lucha contra la corrupción y el clientelismo, que son dos serias amenazas para la estabilidad y la prosperidad de nuestras naciones”, dijo Mejía.
El exmandatario señaló además que a los viejos desafíos de las sociedades de Latinoamérica y el Caribe, hoy se agrega el de la seguridad ciudadana. “La delincuencia, la criminalidad y el tráfico de drogas, alcanzan magnitudes escalofriantes. Esto impone a nuestras autoridades retos extraordinarios a la hora de garantizar la protección y el bienestar de los ciudadanos. No se puede hablar de integración social en una sociedad acorralada por el miedo”.
En otro orden, Mejía sostuvo que a pesar del notable crecimiento económico experimentado en las últimas décadas, la pobreza y la desigualdad social permanecen como desafíos impostergables para que los gobiernos de la región formulen y apliquen políticas públicas y estrategias de desarrollo que promuevan la prosperidad incluyente.
“Como resultado de esa desigualdad, en nuestras naciones existe una palpable exclusión social que afecta a un alto número de personas. Esa exclusión se expresa en el sentimiento de no pertenencia que tienen amplios sectores, especialmente los jóvenes y las mujeres”, apuntó.
Mejía explicó que esa realidad demuestra que la prosperidad de una nación no se logra sólo con el crecimiento, sino que requiere de políticas económicas, sociales y culturales coherentes y sostenibles, que se traduzcan en oportunidades para los sectores socialmente excluidos.
El discurso completo de Mejía: Señoras y señores: Agradezco la invitación para participar en esta conferencia hemisférica sobre el tema “Hacia la transformación nacional: Libertad, Prosperidad, e Integridad, mediante un Liderazgo Moral e Innovador.” Compartiré con ustedes mi visión de la prosperidad como resultado de la igualdad de oportunidades más la integración social.
Esta temática es de mucha importancia para nuestra región, ya que, a pesar del notable crecimiento económico experimentado en las últimas décadas, la pobreza y la desigualdad social permanecen como desafíos impostergables para que los gobiernos formulen y apliquen políticas públicas y estrategias de desarrollo que promuevan la prosperidad incluyente.
En efecto, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la región hay 164 millones de personas que viven en condiciones de pobreza. De ese total, 68 millones viven en la indigencia extrema.
En cuanto a la distribución del ingreso en la región, las cifras de la CEPAL muestran, que en promedio, el 20 por ciento de la población más pobre sólo recibe el 5 por ciento de los ingresos. En cambio, el 20  por ciento más rico recibe casi el 50 por ciento del ingreso total.
Como resultado de esa desigualdad, en nuestras naciones existe una palpable exclusión social que afecta a un alto número de personas. Esa exclusión se expresa en el sentimiento de no pertenencia que tienen amplios sectores, especialmente los jóvenes y las mujeres.
Esa realidad demuestra que la prosperidad de una nación no se logra sólo con el crecimiento, sino que requiere de políticas económicas, sociales y culturales coherentes y sostenibles, que se traduzcan en oportunidades para los sectores socialmente excluidos.
Todo eso se traduce en la necesidad de trabajar para alcanzar el desarrollo humano.
La creación de oportunidades significa, en concreto, propiciar las condiciones a fin de que los ciudadanos tengan acceso a empleos decentes, a servicios de salud y educación de calidad, dispongan de alimentación adecuada, vivan bajo un techo seguro y en un entorno saludable y sostenible.
Para crear oportunidades que contribuyan a superar la exclusión, es imperativo garantizar a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos políticos y humanos. Todo esto requiere de instituciones trasparentes y democráticas.
Un fenómeno que tiene una relación directa con la exclusión es el alto número de jóvenes que ni trabajan ni estudian en la región de Latinoamérica y el Caribe. Es importante destacar que muchas de nuestras mujeres ni tienen empleo estable ni bien remunerado y no tienen suficiente representación en la política.
Un mejor ingreso es clave para superar la exclusión y el mismo puede mejorarse significativamente con empleos de calidad. Sin embargo, para tener acceso a empleos de calidad se requiere mejorar las destrezas técnicas y profesionales de las personas.
Esas destrezas se consiguen con una educación que se vincule a los sistemas productivos y de acuerdo con el potencial de desarrollo de cada una de nuestras naciones.
Lograr una mejor calidad de vida y alcanzar mayores niveles de productividad requieren que la población tenga acceso a servicios eficientes de salud y a un sistema de pensiones que les garantice un retiro digno a los adultos mayores.
Sin embargo, la economía de la región muestra un alto grado de informalidad, con un alto porcentaje de la población trabajadora excluida de los sistemas de salud y seguridad social.
La alimentación es un aspecto esencial de la exclusión social que afecta la región. Como ciudadano formado en el campo de las ciencias agrícolas y la economía rural, conozco muy bien la relación que existe entre la calidad de la alimentación  y el desarrollo humano.
Estudios recientes señalan que grandes grupos poblacionales de nuestra región viven aún en situación de inseguridad alimentaria y desnutrición, como resultado de la inequidad creada por la injusta distribución del ingreso.
Esos males podrían ser superados si se mejoran los sistemas de distribución y comercialización y se aplican políticas solidarias que contribuyan a mitigar el hambre y fomenten la agricultura, especialmente en las medianas y pequeñas explotaciones agrícolas.
La calidad de vida y la inclusión social están directamente relacionadas con la infraestructura. De todas éstas, la vivienda representa, mejor que ninguna otra, el estado de pertenencia plena a la sociedad. En efecto, el sentido de hogar y los lazos de afecto se construyen bajo la protección de un espacio seguro y digno.
Un hogar seguro es inseparable de la calidad del entorno en el que está ubicada la vivienda. Eso es particularmente cierto en lo relacionado con la higiene, la protección ante los desastres naturales, la calidad del agua, la electricidad, el manejo de los desechos y las vías de comunicación.
La creación de un entorno saludable y acogedor se logra promoviendo actividades deportivas, recreativas y culturales, destinadas a toda la población. Esos espacios de inclusión contribuyen a fortalecer el tejido social, consolidar la cooperación y crear un ambiente de confianza entre los ciudadanos. Todo eso se traduce en sociedades fuertes, competitivas y solidarias.
A los viejos desafíos de las sociedades de Latinoamérica y el Caribe, hoy se agrega el de la seguridad ciudadana. La delincuencia, la criminalidad y el tráfico de drogas, alcanzan magnitudes escalofriantes. Esto impone a nuestras autoridades retos extraordinarios a la hora de garantizar la protección y el bienestar de los ciudadanos.
No se puede hablar de integración social en una sociedad acorralada por el miedo.
El diagnóstico de la exclusión social debe comprender, también, el impacto del cambio climático sobre las personas, la producción de alimentos y la infraestructura.
En ese escenario de exclusión, ¿qué debemos hacer para lograr que, en nuestra región, la prosperidad se convierta en una realidad al alcance de todos?
Al interior de cada país, superar la exclusión requiere de la articulación sostenible de políticas públicas, estrategias de desarrollo y de planes, programas y proyectos específicos que permitan el aprovechamiento de las ventajas comparativas que tienen nuestras naciones en la economía global.
A este respecto, deseo citar dos casos exitosos de mi país, la República Dominicana. En primer lugar, la República Dominicana se ha convertido en uno de los principales destinos del Caribe. Eso se debe a la infraestructura construida y a los incentivos otorgados por el gobierno, los cuales han estimulado a inversionistas nacionales y extranjeros a realizar grandes inversiones en hoteles y en promoción turística.
El segundo ejemplo de lo que hemos hecho en la República Dominicana para aprovechar nuestras ventajas comparativas, es la producción y exportación de banano orgánico. En efecto, hoy somos el mayor exportador de este producto a Europa, gracias al apoyo técnico y logístico que se inició durante el gobierno que presidimos (2000-2004) y que ha sido retomado por la presente administración.
Ambos sectores son hoy ejemplos de dinamismo, generación de ingreso, creación de oportunidades y aportes a la prosperidad de la nación.
En el contexto regional,  reconozco que en América Latina y el Caribe se han producido recientemente importantes avances en cuanto a su integración. Sin embargo, aún existen áreas donde podemos ampliar y consolidar la cooperación, para lo que me permito hacer las siguientes propuestas:
Quiero referirme primero al Comercio, el cual es una herramienta vital para que nuestros países alcancen mayor nivel de competitividad y eficiencia.
A este respecto, sugiero que trabajemos  para remover los obstáculos  que dificultan la fluidez del comercio entre los  países de la región, como son el transporte de mercancías y los flujos financieros.
Igualmente, propongo que nuestros mecanismos de integración ofrezcan las garantías jurídicas que requieren la inversión extranjera y las personas que participan en esos procesos.
Propongo que se trabaje para consolidar el ordenamiento jurídico supranacional suscrito por nuestros países, como garantía inequívoca del Estado de Derecho y el respeto a las normas de convivencia entre las naciones.
De igual modo, propongo que trabajemos juntos para consolidar la lucha contra la corrupción y el clientelismo, que son dos serias amenazas para la estabilidad y la prosperidad de nuestras naciones.
Propongo que realicemos esfuerzos conjuntos para mejorar la calidad de nuestros recursos humano mediante una mayor inversión en educación, ciencia y tecnología. Esta inversión en educación para la competitividad debe buscar reducir  la brecha digital y promover la enseñanza de idiomas.
El área de la salud, como tema de cooperación, está determinada por nuestra posibilidad geográfica, más allá de nuestras fronteras políticas.
Como bien lo ilustra el caso de la enfermedad del ébola, enfrentar amenazas en el área de la salud requiere de esfuerzos conjuntos y una estrecha cooperación entre nuestros países.
Propongo fortalecer la cooperación que facilite la realización de acciones conjuntas para prevenir y controlar enfermedades y plagas que afecten la salud humana, en el marco de los organismos regionales.
Igual cooperación propongo en lo que respecta al tráfico de animales y plantas para fortalecer los mecanismos existentes en la región dirigidos a proteger la agricultura y la ganadería, sin perjudicar el intercambio comercial.
No quiero terminar mis propuestas sin enfatizar que nuestras políticas públicas, destinadas a crear oportunidades y lograr la integración social, pongan en un lugar preeminente a las mujeres y a los jóvenes, por la importancia de sus aportes a la prosperidad y la cohesión de nuestras naciones.
Señoras y señores, las propuestas que acabo de hacer constituyen una invitación para que la prosperidad en nuestra región sea una realidad sostenible que marche de la mano con la integración social de nuestra gente.
Mi deseo sincero es que los beneficios del crecimiento económico alcancen a la mayoría de los ciudadanos.
Los invito a trabajar juntos, a soñar juntos y a ser solidarios los unos con los otros, para remover los obstáculos estructurales que, hasta hoy, han impedido la prosperidad y la integración social de segmentos importantes de nuestra población.
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