La alarma del reloj sonó, marcaba justo 5:00AM. y la pelea matutina entre el día que iniciaba con el cansancio arrastrado de la labor del anterior, más el cumplimiento de los deberes de “Juana Pérez”, no se hizo esperar.
De manera rápida se apea de la cama, con todo el quehacer fríamente calculado, mientras el frío del piso entra por las plantas de los pies hasta la azotea de la cabeza, va por el pasillo pensando soñolienta donde dejó los fósforos para encender la vieja estufa de mesa.
Recién se despega del mosquitero el refunfuñar de Gregorio, quien inclina la cabeza hacia el techo de un malgastado zinc al tiempo que aclama a Dios dándole las gracias por un nuevo día y encomendando su familia.
Como sólo una madre sabe hacerlo, como si fuese atleta de alto rendimiento de una zancada llega a la habitación de los niños, donde en una cama de dos plazas duermen tres, los despierta con ternura y los motiva a ponerse en pie de lucha para iniciar la jornada escolar; Gregorio continúa durmiendo.
Desayuno, comida y todo en orden. Juana ya está lista para dirigirse a su trabajo, de camino despide con un tierno beso a los niños, brindando esa dulce mirada con la cual echa la acostumbrada bendición.
Se dirige a tomar el transporte público haciendo esa metamorfosis interior donde cambia la labor de madre por la de mujer empleada e inmediatamente se le anuda la garganta y le invade el martirio de saber que va llegar a su lugar de trabajo y tiene que lidiar con el asqueante acoso del encargado.
Ese es el día a día de cualquier mujer ordinaria que es madre, ama de casa, esposa, y que no se limita a cumplir con estas labores que tradicionalmente se les encomienda a las féminas sino que también trabaja para una institución y rinde sus mejores frutos, siendo en muchos casos la que tienen las riendas del lugar.
El punto en cuestión es que se hace necesario y urgente que la ley contemple sanciones drásticas a estas prácticas de acoso en su código, y otorgarle responsabilidad penal tal como sucede con el chantaje y extorsión, porque si bien es cierto que hay logros y avances, no es menos cierto que debemos y podemos hacer más.
Por Paola Cabrera