No podemos obviar que estamos pisando en tiempos de avances en todo sentido, principalmente de pensamientos, de palabra, de como hacer la obra y de omitir cosas, parafraseando el credo católico.
La democracia es la base fundamental para que los pueblos convivan en paz y para que los avances integrales puedan llegar al mayor número de sectores o personas si así se quiere.
Pero la democracia necesita liderazgo, y ese liderazgo no puede venir empaquetado, no se puede comprar en el supermercado o pedir por la popular tienda virtual Amazon, este debe de ser natural, construido como una escultura que es creada tras un proceso de labrantismo, así es el líder ideal, el que se forma en las entrañas de la sociedad y en el seno de los partidos, eso es lo que le da la oportunidad de obtener visión de estado integral.
Los líderes entre comillas del sistema distan mucho del contexto semántico de la palabra que los identifica, son todos traídos por coyunturas antisociales que obedecen a intereses muy particulares de personas que también son producto de esta práctica.
Vemos como los liderazgos de los partidos que es la plataforma de donde salen los lideres que gobiernan el país son sustituidos por hijos, hermanos, esposas, compadres, amantes, cuñados y afines sin consultar y excluyendo a las bases, por ello es que esos políticos tienden a recurrir a la toma de medidas que perjudican tanto por el simple hecho de que no entienden lo que están haciendo y solo velan por su permanencia y la de su patrocinador a toda costa.
A este país le hace falta un líder de verdad, uno que no haya nacido en una cuna de oro, que haya pasado las calamidades que pasan las mayorías y que entienda que el estado no es para hacerse el gracioso con un grupo y olvidarse de los demás.
Ojala y cuando pase esta generación podrida de políticos pueda ser extinguida, nuestros hijos en el futuro puedan dar con el líder de ensueño y las cosas puedan tomar otro rumbo.
Por Chiqui Aguilera