El canciller Miguel Vargas consideró ayer que actualmente se deben impulsar, de manera más decidida, los lazos que unen a la República Dominicana y Haití, países de los que afirma que, paradójicamente, “tienen una historia similar y diferente, pero codueñas de una geografía indisoluble”.
Hizo este señalamiento al darle la bienvenida a su par haitiano, Antonio Rodrigue, quien visita el país por primera vez de manera oficial para analizar el nivel de las relaciones bilaterales.
El siguiente es el discurso de Miguel Vargas en el encuentro con su par haitiano:
“Me complace sobremanera extender una cálida bienvenida al nuevo canciller de Haití, Su Excelencia Antonio Rodrigue, así como a la comitiva que lo acompaña.
Nos sentimos altamente honrados con esta visita, un paso positivo en unas relaciones bilaterales cada vez más fuertes.
Debo recordar que mi primer viaje al extranjero, 14 días después de ocupar este ministerio en agosto pasado, fue precisamente a Haití.
Ahora que nuestros vecinos han escogido democráticamente el gobierno que regirá su Estado durante los próximos cuatro años, es el momento adecuado para impulsar de manera más decidida los lazos que unen a dos naciones, paradójicamente con historia similar y diferente, pero codueñas de una geografía indisoluble.
Unidos en el mapa insular, también debemos estarlo, con igual sentido de permanencia, en los propósitos democráticos, en la convivencia pacífica, en el diálogo, en la búsqueda de soluciones a los problemas que nos son comunes y, sobre todo, en la cooperación.
Lo dije y repito: el desarrollo de Haití es una cuestión de seguridad nacional para la República Dominicana.
Y conseguir que los habitantes de la primera república independiente de la parte sur del Nuevo Mundo accedan a una vida más digna, en sintonía con los ideales de libertad de quienes derrotaron a los ejércitos imperiales, continúa siendo un gran desafío para la comunidad internacional.
Se impone un relanzamiento de las relaciones entre nuestros dos países, al margen del pasado y de problemas migratorios perfectamente entendibles dado el desbalance en el nivel de desarrollo relativo.
Sin ojerizas y alejados de sospechas, debemos embarcarnos en programas efectivos que beneficien a nuestros pueblos y sean un ejemplo de cooperación sur-sur.
En esta ronda de conversaciones que hoy iniciamos, a la que debe suceder la reformulación cuanto antes de la Comisión Mixta Bilateral, nos proponemos un programa de trabajo ambicioso, pero factible a corto y mediano plazo.
Como hemos ya planteado en reuniones con otros países, la República Dominicana está presta a participar en tareas tripartitas para enfrentar tanto los problemas más urgentes en la zona fronteriza como en aquellas áreas que la nueva administración haitiana estime susceptibles de recibir la cooperación internacional.
No buscamos ser protagonistas ni nos corresponde: simplemente queremos hacer efectiva una política de buena vecindad y de esfuerzos conjuntos para acometer tareas que redunden en beneficios reales para haitianos y dominicanos.
Tenemos acumulada una gran experiencia en el cultivo del arroz y en reforestación. En nuestras universidades se forman cada vez más agrónomos haitianos.
Esto nos ofrece, por ejemplo, posibilidades para la cooperación en el desarrollo del valle del Artibonito.
De las escuelas dominicanas de medicina, egresan cada año decenas de médicos. Si a esto sumamos los avances obtenidos en salud básica, personal médico dominicano podría colaborar en instalaciones sanitarias, a lo largo del cordón fronterizo, para atenciones primarias pre y posnatal y las tareas complementarias de educación en el cuidado infantil, de manera que se sirva a las dos poblaciones.
Se requeriría el apoyo internacional para suplir las instalaciones y el equipo médico necesarios, pero ya hemos avanzado en ese sentido y obtenido ofertas que nos llenan de optimismo.
Aunque miles de estudiantes haitianos se forman en las universidades dominicanas, no existe un programa organizado de becas.
Estimo que quienes desde el otro lado de la isla acceden a las aulas universitarias nuestras, proceden de familias con cierta holgura económica, por lo que esas becas deberían privilegiar a jóvenes verdaderamente necesitados pero de probada suficiencia académica y que, sin ese empuje, probablemente no llegarían a la educación superior.
De igual manera, hay oportunidades para abordar conjuntamente el tema energético con la participación pública y privada.
Compartir una isla es una ventaja importante porque amplía lo atractivo del mercado al sumar las poblaciones. Son solo algunas ideas que debemos discutir, afinar y enriquecer.
Tengan la seguridad de que esos planes se corresponden con una voluntad verdadera de contribuir al fortalecimiento de las instituciones haitianas y a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. El desarrollo es el mejor antídoto contra la inestabilidad política, y la solidaridad en modo alguno puede cimentarse en palabras huecas o en intenciones que nunca se traducen en realidades tangibles.
Buscamos una relación entre iguales, y los esfuerzos conjuntos deben estar orientados por un espíritu de apertura, de seriedad y respeto en el trato recíproco.
Ya los presidentes Juvenel MoÔse y Danilo Medina se reunieron en un espíritu de concordia, hermanados en el convencimiento de que nos necesitamos mutuamente.
Hizo este señalamiento al darle la bienvenida a su par haitiano, Antonio Rodrigue, quien visita el país por primera vez de manera oficial para analizar el nivel de las relaciones bilaterales.
El siguiente es el discurso de Miguel Vargas en el encuentro con su par haitiano:
“Me complace sobremanera extender una cálida bienvenida al nuevo canciller de Haití, Su Excelencia Antonio Rodrigue, así como a la comitiva que lo acompaña.
Nos sentimos altamente honrados con esta visita, un paso positivo en unas relaciones bilaterales cada vez más fuertes.
Debo recordar que mi primer viaje al extranjero, 14 días después de ocupar este ministerio en agosto pasado, fue precisamente a Haití.
Ahora que nuestros vecinos han escogido democráticamente el gobierno que regirá su Estado durante los próximos cuatro años, es el momento adecuado para impulsar de manera más decidida los lazos que unen a dos naciones, paradójicamente con historia similar y diferente, pero codueñas de una geografía indisoluble.
Unidos en el mapa insular, también debemos estarlo, con igual sentido de permanencia, en los propósitos democráticos, en la convivencia pacífica, en el diálogo, en la búsqueda de soluciones a los problemas que nos son comunes y, sobre todo, en la cooperación.
Lo dije y repito: el desarrollo de Haití es una cuestión de seguridad nacional para la República Dominicana.
Y conseguir que los habitantes de la primera república independiente de la parte sur del Nuevo Mundo accedan a una vida más digna, en sintonía con los ideales de libertad de quienes derrotaron a los ejércitos imperiales, continúa siendo un gran desafío para la comunidad internacional.
Se impone un relanzamiento de las relaciones entre nuestros dos países, al margen del pasado y de problemas migratorios perfectamente entendibles dado el desbalance en el nivel de desarrollo relativo.
Sin ojerizas y alejados de sospechas, debemos embarcarnos en programas efectivos que beneficien a nuestros pueblos y sean un ejemplo de cooperación sur-sur.
En esta ronda de conversaciones que hoy iniciamos, a la que debe suceder la reformulación cuanto antes de la Comisión Mixta Bilateral, nos proponemos un programa de trabajo ambicioso, pero factible a corto y mediano plazo.
Como hemos ya planteado en reuniones con otros países, la República Dominicana está presta a participar en tareas tripartitas para enfrentar tanto los problemas más urgentes en la zona fronteriza como en aquellas áreas que la nueva administración haitiana estime susceptibles de recibir la cooperación internacional.
No buscamos ser protagonistas ni nos corresponde: simplemente queremos hacer efectiva una política de buena vecindad y de esfuerzos conjuntos para acometer tareas que redunden en beneficios reales para haitianos y dominicanos.
Tenemos acumulada una gran experiencia en el cultivo del arroz y en reforestación. En nuestras universidades se forman cada vez más agrónomos haitianos.
Esto nos ofrece, por ejemplo, posibilidades para la cooperación en el desarrollo del valle del Artibonito.
De las escuelas dominicanas de medicina, egresan cada año decenas de médicos. Si a esto sumamos los avances obtenidos en salud básica, personal médico dominicano podría colaborar en instalaciones sanitarias, a lo largo del cordón fronterizo, para atenciones primarias pre y posnatal y las tareas complementarias de educación en el cuidado infantil, de manera que se sirva a las dos poblaciones.
Se requeriría el apoyo internacional para suplir las instalaciones y el equipo médico necesarios, pero ya hemos avanzado en ese sentido y obtenido ofertas que nos llenan de optimismo.
Aunque miles de estudiantes haitianos se forman en las universidades dominicanas, no existe un programa organizado de becas.
Estimo que quienes desde el otro lado de la isla acceden a las aulas universitarias nuestras, proceden de familias con cierta holgura económica, por lo que esas becas deberían privilegiar a jóvenes verdaderamente necesitados pero de probada suficiencia académica y que, sin ese empuje, probablemente no llegarían a la educación superior.
De igual manera, hay oportunidades para abordar conjuntamente el tema energético con la participación pública y privada.
Compartir una isla es una ventaja importante porque amplía lo atractivo del mercado al sumar las poblaciones. Son solo algunas ideas que debemos discutir, afinar y enriquecer.
Tengan la seguridad de que esos planes se corresponden con una voluntad verdadera de contribuir al fortalecimiento de las instituciones haitianas y a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. El desarrollo es el mejor antídoto contra la inestabilidad política, y la solidaridad en modo alguno puede cimentarse en palabras huecas o en intenciones que nunca se traducen en realidades tangibles.
Buscamos una relación entre iguales, y los esfuerzos conjuntos deben estar orientados por un espíritu de apertura, de seriedad y respeto en el trato recíproco.
Ya los presidentes Juvenel MoÔse y Danilo Medina se reunieron en un espíritu de concordia, hermanados en el convencimiento de que nos necesitamos mutuamente.
La idea del beneficio mutuo se aplica también al comercio. El intercambio de bienes y servicios debe ser un camino de doble vía, y es hora de formular algún tipo de trato arancelario para que aumente el flujo de las exportaciones haitianas hacia la República Dominicana, al tiempo que eliminamos los obstáculos para que nuestros productos puedan llegar a los consumidores vecinos a precios asequibles, claro está, luego del cumplimiento de las reglas aduanales.
Hay que agilizar el comercio y facilitar las inversiones conjuntas en ambos lados.
La libertad de los mercados y la competencia son requisitos indispensables para la prosperidad, como ha quedado ampliamente demostrado en la historia económica y en los ejemplos recientes de países que han elevado la renta de sus habitantes.
Tenemos por delante una serie de desafíos que reclaman atención inmediata si queremos preservar los recursos naturales que tenemos, atraer inversión extranjera, desarrollar el turismo y, en fin, abrir horizontes de bonanza para haitianos y dominicanos.
Avancemos y sepa usted, apreciado canciller Rodrigue, que en el pueblo dominicano tiene un aliado.
Trabajemos juntos y los resultados nos beneficiarán a todos.