Los remanentes de la dictadura fueron tan duros en el intento de restablecerse que las heridas aun andan brotando pus en pleno siglo XXI.
A pesar de esto la voluntad de los jóvenes de la época venció el temor de las conquistas con las armas e iniciaron la inducción de los métodos “democráticos” para construir la sociedad que hoy tenemos.
Lo que aun no se ha podido superar del modelo político del trujillato es desaparecer el espíritu de la corrupción que se autenticó en los gobiernos del general, siendo esta práctica apoyada por el jefe de estado en todo su esplendor, extendiéndose esta a los gobiernos que le sucedieron.
Joaquín Balaguer, decano de esa escuela de pensamiento, graduó a muchos colegiales en la licenciatura, fue quien se encargo de proliferar este cáncer que hoy la sociedad desea que se estirpe convertida en marcha verde, pero que es tan longevo que aun la matriz no se ha podido encontrar.
Leonel Fernández, Hipólito Mejía y el actual presidente, Danilo Medina, si no estudiaron en esas aulas se han dejado manejar por los que si, contratos vulgares, intentos de perpetuación en el poder y el descontrol económico del gobierno aun andan merodeando en los pasillos de la cosa publica como en aquellos tiempos.
Hoy en día, el político del futuro no están exentos de ser infectado por esta practica, no importa que vayan a la cárcel ni a ningún otro lado como castigo, el profesor dejó instaurado por varias generaciones el modelo de liderazgo que hoy tenemos.
¡A Dios que reparta suerte y a la gente que no le de olvido!