Qué Política, Opinión.- Un atentado terrorista… Londres, Barcelona, Nueva York. Un huracán de alta categoría… El Caribe, Miami… Un conflicto armado… Siria, Pakistán, Irak… Un terremoto de gran magnitud… México, Japón, Nueva Zelanda.
No importa si es un fenómeno de la naturaleza, o la crueldad del hombre. En cualquier parte del planeta, por las razones que fuera, hay seres humanos, hermanos nuestros, víctimas de las inclemencias del clima o de sus semejantes, necesitando la ayuda de los demás.
Cada vez se hace más urgente el desprendimiento de los que afectados en menor grado podemos extender una mano solidaria ante el dolor ajeno, que nos es ajeno, es el de nuestro prójimo.
En los últimos días, los medios de comunicación y las redes sociales se han llenado de noticias trágicas, donde se involucran centenares de pérdidas humanas, que deberían, sino tocar nuestras fibras más sensibles de humanos, por lo menos nuestras conciencias como entes sociales.
Bien lo diría un cantautor, “es mi indiferencia parte del problema”.
Basta de quedarnos perplejos ante las realidades y no mover un dedo. Basta ya de tanta indiferencia, porque el sufrimiento del otro no tiene que ver con nuestra persona. Esto hasta que la tragedia llega a nuestra puerta.
“No se ha escrito algo bueno aún que hagan los cobardes”, escuché alguna vez.
Ante tanto sufrimiento a nuestro alrededor, se hace necesario, urgente, deponer las armas de que aquellos no son de mi credo, de que estos no son de mi bandera, de que los otros no son de mi preferencia política o mi condición económica o mi raza.
Vivimos todos bajo un mismo cielo, en una misma casa grande, el mundo, lo que nos hace a todos hermanos; por lo que el dolor del otro debe de ser mi dolor, “hoy por México, el Caribe, mañana por nosotros, por los demás”.
Ante tantas ayudas humanitarias que se desprenden de organizaciones, organismos, entidades, movimientos diversos, personalidades, es justo que nosotros, desde nuestra posición de ciudadanos comprometidos, asumamos nuestro rol de seres realmente “humanos”, que en el amor sincero, desprendido, verdadero, hacia los demás nos distingamos de otros animales.
Dejemos de ver los acontecimientos desde nuestra indiferencia, y unámonos a cualquier iniciativa que procure llevarle aliciente a los que sufren, llevarle agua y gaza, alimentos enlatados, ropa y cariño, oración, sí, oración con las manos llenas de medicina y colchones.
Alguien muy cerca de nosotros está necesitando de nuestro apoyo.
“Cada vez que lo hicieron con uno de estos, lo hicieron conmigo” (Mateo 25, 40).