El síndrome de la ñoña (la obsesión por ser presidente)

Wenzel Musset Lorenzo

QUE POLITICA, OPINIÓN.- Todo niño o adulto con interés en política sueña alguna vez con ser presidente, está en la lista de sueños fugaces como ser astronauta, cantante o actor y al igual que estas otras profesiones, no es para todo el mundo. “Ñoña” es el jocoso nombre que los dominicanos le damos a la banda presidencial, todos tienen una obsesión por ponérsela que los ha llevado a cometer locuras y pasar vergüenza, a esto lo llamo “el síndrome de la ñoña”.

En República Dominicana todos quieren lanzar su proyecto presidencial, personas que ni siquiera han pisado un cargo público o la casa nacional de un partido. Si por alguna razón estas personas llegan a ser candidatos, gastan millones de pesos en campañas aunque sepan que las encuestas los den cómo perdedores, se meten en líos, hipotecan su casa, piden préstamos, le venden sueños a sus seres queridos, por la fugaz ilusión de ponerse la “ñoña”.

Están los que trabajan directamente en la política ya sea regidores, alcaldes, ministros, diputados, senadores, o directores que la gente no ve cómo “presidenciables” y hasta genera risas cuando anuncian sus proyectos aunque ocupen otro puesto en la administración pública.

Llegar a ser presidente requiere de muchas cosas, una campaña con enormes cantidades de dinero, un perfil presidenciable construido en muchos años, coyunturas sociales, cambios políticos históricos y algo de suerte. Cuando se está en el puesto, exige un gran esfuerzo físico y emocional más allá de “ser quién manda”, toda la presión de un país en tus hombros, qué en 4 años te hace ver como si tuvieras 20 años en el puesto, te envejece y te saca canas verdes.

A los políticos que leen esto o las personas que se embargan en esta aventura, piénsenlo bien, no tire dinero a la basura, no meta en deudas a su familia, mire las encuestas, sea honesto con usted mismo, en la política hay mucho que hacer más allá de ser presidente, busque algo adecuado para usted para evitar caer en el mortal síndrome de la ñoña.

Por Wenzel Musset Lorenzo
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