La sociedad occidental, heredera del paradigma cristiano, celebra cada fin de año con desbordado entusiasmo la navidad. En este tiempo se conmemora el nacimiento del “niño Jesús”, quien hecho hombre su fecunda impronta divide la historia en dos períodos: antes y después de su nacimiento.
Aunque envuelta en la misma simbología, la tradición de la navidad asume características propias en cada nación, e incluso, en regiones y provincias del país hay diferencias notables en la forma en que se celebran. Un elemento común es que las casas se decoran con elementos alusivos a la festividad, donde las imágenes, el color, las luces multicolores junto a charamicos y nacimientos se destacan.
Predomina también en esta festividad el acercamiento y/o reencuentro familiar, el cual todavía mantiene vitalidad como parte de la tradición, por eso millares regresan a su pueblo o campo rural a estar con los suyos en esta época. Esa vuelta al espacio familiar que propicia la navidad es relevante, en momentos de gran crisis de la familia.
Las tradiciones gastronómicas y lúdico-festivas asumen perfiles diferenciados. En la cena de nochebuena en los pueblos del sur se sirven: carne de cerdo asada, pollo horneado o frito y en cada vez menos hogares cocinan carne de pavo. Se agregan a la cena pastas (especialmente espaguetis), ensalada verde o cocida o ambas a la vez, acompañadas de Pan Telera, que es un pan alargado, fabricado solo en período navideño.
En la zona rural, suelen hacer moro de gandules, y en la zona urbana agregan pastelitos, quipes, algún pastelón y pasteles en hojas. Se sirven dulces, generalmente importados y se brinda vino, ponche, anís o ron.
En los pueblos de la región norte hay algunas variantes gastronómicas, más el elemento distintivo de que el día 25 de diciembre celebran el “día del niño”, donde se abren regalos y se obsequian juguetes a los infantes, cosa que en los pueblos sureños se deja para el día de los santos reyes, el 6 de enero.
El Día de Noche Buena todos van a la mesa a comer abundantemente y a dar gracias a Dios por auspiciar los buenos momentos y logros individuales y del conjunto familiar.
En los barrios sanjuaneros se mantiene –aún en la “modernidad” -la tradición de pasar cena a los vecinos en Nochebuena, como parte de ese espíritu solidario sugerido por el modelo cristiano.
La navidad es también el gran pretexto para el consumo etílico como agua del río.
Concluimos destacando que la navidad es un tiempo que la publicidad y el marketing capitalista se han encargado de aderezar, hasta convertirla en el más anhelado, ansiado, preferido y disfrutado de todos los asuetos del año. La lógica religiosa, que es el epicentro de la celebración, ha sido relegada para dar paso a un trepidante comercio y/o consumismo, que cada año impone récord, dejando en rojo los presupuestos hogareños.
Para mis lectores, Feliz Navidad. Mucha prudencia y moderación.
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.
Aunque envuelta en la misma simbología, la tradición de la navidad asume características propias en cada nación, e incluso, en regiones y provincias del país hay diferencias notables en la forma en que se celebran. Un elemento común es que las casas se decoran con elementos alusivos a la festividad, donde las imágenes, el color, las luces multicolores junto a charamicos y nacimientos se destacan.
Predomina también en esta festividad el acercamiento y/o reencuentro familiar, el cual todavía mantiene vitalidad como parte de la tradición, por eso millares regresan a su pueblo o campo rural a estar con los suyos en esta época. Esa vuelta al espacio familiar que propicia la navidad es relevante, en momentos de gran crisis de la familia.
Las tradiciones gastronómicas y lúdico-festivas asumen perfiles diferenciados. En la cena de nochebuena en los pueblos del sur se sirven: carne de cerdo asada, pollo horneado o frito y en cada vez menos hogares cocinan carne de pavo. Se agregan a la cena pastas (especialmente espaguetis), ensalada verde o cocida o ambas a la vez, acompañadas de Pan Telera, que es un pan alargado, fabricado solo en período navideño.
En la zona rural, suelen hacer moro de gandules, y en la zona urbana agregan pastelitos, quipes, algún pastelón y pasteles en hojas. Se sirven dulces, generalmente importados y se brinda vino, ponche, anís o ron.
En los pueblos de la región norte hay algunas variantes gastronómicas, más el elemento distintivo de que el día 25 de diciembre celebran el “día del niño”, donde se abren regalos y se obsequian juguetes a los infantes, cosa que en los pueblos sureños se deja para el día de los santos reyes, el 6 de enero.
El Día de Noche Buena todos van a la mesa a comer abundantemente y a dar gracias a Dios por auspiciar los buenos momentos y logros individuales y del conjunto familiar.
En los barrios sanjuaneros se mantiene –aún en la “modernidad” -la tradición de pasar cena a los vecinos en Nochebuena, como parte de ese espíritu solidario sugerido por el modelo cristiano.
La navidad es también el gran pretexto para el consumo etílico como agua del río.
Concluimos destacando que la navidad es un tiempo que la publicidad y el marketing capitalista se han encargado de aderezar, hasta convertirla en el más anhelado, ansiado, preferido y disfrutado de todos los asuetos del año. La lógica religiosa, que es el epicentro de la celebración, ha sido relegada para dar paso a un trepidante comercio y/o consumismo, que cada año impone récord, dejando en rojo los presupuestos hogareños.
Para mis lectores, Feliz Navidad. Mucha prudencia y moderación.
Por Rubén Moreta
El autor es Profesor UASD.